Hoy cumples 23 semanas dentro de mi barriga, que crece por momentos. Y ya, por fin, sabemos que eres una niña, nuestra Laura, ¡nuestra pececilla! Te encanta pegar pataditas cuando oyes la voz de papá, a pesar de que él tenga tan poca paciencia y, si no siente un movimiento en un minuto, ya quiera quitar su mano de mi barriga...
¡Pero tú sigues insistiendo! Porque sabes que es tu papá, y como lo echas de menos durante el día, por la noche saltas de alegría cuando lo notas cerca.
Debo confesarte que ya han pasado los miedos iniciales, tras leer mucho y llegar a la conclusión de que el concepto de madre perfecta no existe: cada mujer -y también cada hombre- educa a su prole como mejor puede, lo importante es hacerlo con muuuucho amor y respeto. Y de eso yo tengo bastante.
Lo que parece que no se pasa es eso que me sucede muchas noches, cuando me levanto a hacer pis y no me noto la barriga. Aún no te he conocido, no he visto tu carita, pero pensar que no estás me produce ansiedad. No te quiero perder, porque ya formas parte de mí. Supongo que eso será uno de los terrores psicológicos propios de cualquier embarazada... la mente, como siempre, jugando malas pasadas. Conozco a muchas mamás que, durante sus embarazos, temían que sus hijxs nacieran sordxs, ciegxs, o con cualquier otra deficiencia.
En fin, pequeña pececilla... Nuestra casa va cogiendo forma, pronto será tu nidito, ¡aunque quedan por montar tantas cosas que a papá le va a dar un soponcio! Quedan menos de cuatro meses para tenerte entre nosotros, pero el tiempo que queda creo que se hará muy corto, porque seguro que estaremos ocupadísimos preparando tu llegada.
Mi pequeña Laura, no sabes cuánto deseo que llegue el calorcito y con el buen tiempo, tenerte entre mis brazos. No desesperes, mamá aprenderá a arrullarte.